lunes, 7 de febrero de 2011

De besos y ranas

Recojo, con muchas ganas por ser el primero de la sección de desafíos, el guantelete lanzado por martachka, que pidió como tema:
Mi profe de documentación en la uni, cuando ponía ejemplos, siempre decía, "imaginaros que hablamos de la reproducción de las ranas en el Himalaya". Siempre ha sido un tema que me ha intrigado pero nunca he llegado a investigarlo... ¿Tú qué piensas de la reproducción de las ranas en el Himalaya?
No voy a entrar a diseccionar el motivo que pudo haber llevado en su momento a tu ex profesor a poner este tipo de ejemplos, ni asomo a intuir en qué contexto puede tener cabida semejante introducción. Esto de la documentación me la imaginaba diferente, la verdad. Ahí dejo la premisa para una profunda reflexión que quizá retome si consideras la necesidad. Voy, pues, a ceñirme en el tema de la demanda que al final es el que ha motivado estas líneas. La reproducción de las ranas en el Himalaya.

Creo, poniendo por delante el hecho de no soy un experto, que lo realmente importante aquí es el matiz, nada desdeñable de “en el Himalaya”. Lo digo, más que nada, porque no recuerdo haber visto nunca en mis innumerables búsquedas en librerías, especializadas o no, mientras ojeaba novedades, ningún Kamasutra de batracios.  Y de aquí deduzco, con atrevida falta de contrastación de los hechos, que lejos de usar posturas extrañas las ranitas en cuestión deben utilizar el método de “tú arriba y yo debajo”, clásico pero igualmente efectivo. No voy a aventurarme a decir quién, el macho o la hembra, ocupa qué posición. Supongo que esto lo pactan democráticamente en cada ocasión como mandan los cánones. Tampoco voy a entrar a valorar ni criticar el desaprovechado uso de una lengua de semejante longitud con la de posibilidades que esa bendición evolutiva tiene. No. Esos son detalles íntimos que ocurren y se quedan dentro de cada charca. Vamos directos a situar o geolocalizar a nuestra pareja de rana/sapo, rana/rana, sapo/sapo, no vayamos a ponernos mojigatos que estamos ya en el siglo XXI, en pleno centro de la cordillera del Himalaya.         

En ese escenario, intuyo que ni la altura, ni las condiciones climáticas son las más propicias para motivar la apetencia del acto sexual, sobre todo entre ellas. Ya sabemos que cuando hablamos de los machos, sean de la especie que sean, éstos suelen ir sobrados de ganas y faltos de ocasiones. Y para el caso considero poco viable y bastante complicado el alivio personal. Así que casi lo descartamos.

Como inevitablemente los argumentos de si no lo haces por mi hazlo por la especie o el de vivimos pocos años y a ti se te está pasando el arroz acaban, indudablemente, por calar por encima de las excusas migrañeras, al final la consumación tarde o temprano llega. Se me hace extraño en el momento el uso de precauciones. Ni concibo la ironía de la mal nombrada prueba de la ranita unos meses después. Así que a pelo y lo que tenga que ser, será. Y me imagino a esa ranita mirando fijamente a su partenaire a los ojos, ahí es nada el cruce de miradas entre dos ranas, mientras la otra, incapaz anatómicamente de sonrojarse, balbucea precipitadamente a modo de excusa un “la culpa la tiene el frio”. Ésta… es la primera vez que me pasa.    

1 comentario:

  1. Tantos años sintiéndome intrigada por el tema, ¡gracias por dejármelo todo mucho más claro, Sxarli!

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